lunes, 2 de noviembre de 2009
Irán entre la Espada y la Pared.
Daniel Merchán M.
Durante los últimos meses la situación del régimen Iraní no pasa por su mejor momento, no solo por los levantamientos y polémicas que generó su reciente proceso de elección, que dio la victoria al actual presidente Mahmud Ahmadinejad sino que además se encuentra en el ojo del huracán ante la estricta vigilancia de la comunidad internacional debido a su creciente programa de manejo de Energía Nuclear, lo cual ha levantado entre una gran cantidad de naciones un fuerte sentimiento de recelo por las posibles consecuencias que generaría un mal uso de este tipo de recursos.
La última fase de esta crisis comenzó en 2002, cuando un disidente iraní denunció la existencia de dos plantas nucleares secretas, a las que no había tenido acceso el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) durante 18 años. Esto despertó en algunos sectores sospechas sobre el objetivo del programa, Teherán defiende que sólo tendrá un uso civil (aunque juega esta carta de forma ambigua), pero desde la UE y especialmente desde Estados Unidos e Israel se teme que más tarde pueda producir armas nucleares. Irán ha firmado el tratado de no proliferación y en 2003 también firmó el Protocolo Adicional. Además, ha firmado un Acuerdo de Salvaguarda que permite inspecciones internacionales más estrictas. Sin embargo, considera insuficientes las ofertas que recibe desde la comunidad internacional, a la que acusa de querer ganar tiempo sin hacer concesiones reales. Por eso, y después de una suspensión temporal, reanudó sus actividades de enriquecimiento de uranio y ha retirado su firma del Protocolo Adicional. Sin embargo, sigue cooperando con el OIEA.
Irán también mantiene relaciones con centros de poder alternativos en Afganistán e Irak y podría incidir negativamente en ambos países tanto a corto como a largo plazo. Ciertamente, la adquisición de armas nucleares por parte de Irán podría animar a su agresivo liderazgo conservador a intimidar a sus países vecinos, neutralizar a Europa y respaldar un conflicto en contra de los intereses de Israel y EEUU en Oriente Medio y otros lugares. Un Irán nuclear se encontraría en la posición única de poder bloquear el acceso a través del Golfo Pérsico, un enclave vital desde el punto de vista estratégico. Alrededor del 40% del comercio del petróleo pasa por el estrecho de Ormuz. Las soluciones pasan por el acuerdo de envío de uranio ha sido aceptado "en principio" por Teherán. Es una medida intermedia que no impide a la república islámica seguir desarrollando actividades nucleares, pero que satisface los deseos de Estados Unidos a la hora de comprender para qué se está produciendo exactamente el uranio.
Los expertos apuntan a que Irán no se puede exponer a ser objeto de nuevas sanciones porque su estructura política se ha debilitado considerablemente tras las elecciones presidenciales. Las negociaciones, hasta cierto punto, garantizan que el estamento clerical que domina el país tenga una mayor capacidad para controlar las divisiones internas existentes tras los comicios del pasado 12 de junio. Además de las penalidades que planea Washington, la revelación de la nueva central nuclear y varios ensayos misilísticos realizados por Irán esta recientemente parecieron endurecer la postura de Rusia y China, los dos países hasta ahora más renuentes a apoyar nuevas sanciones a Teherán en el Consejo de Seguridad de la ONU. En un marcado giro en su posición, Moscú y Beijing urgieron hace poco a Irán a acatar sus deberes internacionales y "cooperar plenamente" con el organismo de control nuclear de la ONU (OIEA). Analistas dijeron creer que los ensayos misilísticos muestran que Irán está poco dispuesto a revertir su negativa a aceptar la exigencia de las potencias de que deje de enriquecer uranio, por lo cual ya sufrió tres tandas de sanciones del Consejo de Seguridad desde 2006. Esto, sumado a declaraciones de Irán de que no discutirá su "derecho" a la energía nuclear y al hecho de que Estados Unidos vaya a la reunión con sanciones bajo la manga, refuerzan la percepción de que los encuentros y discusiones serán, en el mejor de los casos, apenas el inicio de una larga negociación.
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